JUSTICIA Y ROCK AND ROLL



 

 La puerta de madera noble, nítida y de color negro, resaltaba con el blanco puro del pasillo. En su costado una placa de color dorado y en letras mayúsculas, se podía leer: “Su Ilustrísimo Señor, Don José María Castro, Titular  De La Sala Numero Uno De Lo Penal”.

El señor, golpeó ligeramente dos veces con sus nudillos para advertir de nuestra presencia y pasado unos segundos la puerta se abrió.

Hola buenos días, soy el juez Castro y supongo que vienen por la citación que les he hecho llegar. –Su Ilustrísimo Señor, tenía unos cincuenta y cinco años. Si tenía alguna cana la disimulaba, puesto que llevaba el pelo rapado a la misma medida que su barba de pocos días.

Yo andaba buscando la toga o algo que se le pareciera en su indumentaria, pero nada de nada, vestía pantalones tejanos de color azul y camisa azul marino, remangada con un par de vueltas en sus puños, ni si quiera una corbata.

Entren, no se queden en la puerta. –Castro se dirigió hacia su mesa, donde se sentó en un butacón negro nada especial. La mesa de madera lacrada de color blanco, era aún más brillante por la claridad del enorme ventanal que tenía detrás. Una pantalla con su teclado, una bandeja repleta de dosieres y un par de marcos de fotos era todo lo que había sobre ella.

Buenos días Ilustrísimo Señor Castro, efectivamente venimos por la citación que usted nos ha hecho llegar y quisiéramos saber a qué es debido. –El juez nos hizo gestos de que nos acercáramos y tomáramos asiento en las dos sillas que había justo delante de la mesa.

–No se dirijan a mí con esos formalismos, esto no es un juicio, es solo un acto informativo, pueden llamarme Castro. –Miré a Fernando perplejo, aquella situación era surrealista, como íbamos a dirigirnos a un juez como si fuera un colega.

 Su despacho ya no era normal, una esperaba encontrar una decoración clásica, muebles antiguos, grandes lámparas y cortinas en tonos oscuros.  Nada que ver, sus paredes de color gris, muy claro, dando sensación de amplitud y solo en las paredes laterales unas estanterías a juego y del mismo material que la mesa, con cientos de libros de derecho en su mayoría, destacaban en el minimalismo decorativo. Ni una lámpara, en su lugar ojos de buey y algún pequeños foco.

Fernando hizo caso omiso a la invitación del juez a tomar asiento y se quedó de pie, observando un poster enmarcado que había, justo al lado de la puerta.

Fernando ¿quieres venir? –Pregunté de forma imperativa.

Vaya, veo que le ha gustado mi poster. –Castro se levantó y se colocó al lado de Fernando, que seguía inmóvil observando la pared. Tuve que apretar manos y dientes para no decir una barbaridad.

Sí me ha gustado, es uno de mis grupos favoritos y este álbum en concreto para mi es el mejor. Bueno ahora Ferrando y el juez eran groupies, como si fueran dos quinceañeros.

Yo los he visto tocar por medio mundo, cuando era más joven y no tenía tantas responsabilidades. Ojala vengan pronto a la ciudad. –Fernando emocionado asentía con la cabeza, aquello ya perecía un encuentro de fans nostálgicos.

Perdón, señor Castro por mi indiscreción, pero le puedo preguntar ¿cómo un juez puede tener enmarcada la portada del disco de Metallica, “ ...And Justice for All”. –Al final ya me pudo la curiosidad y el no ser miembro del club de fans, me estaba dejando fuera de la conversación.

Pero Toni, esto es arte. Perdónele señor juez no sabe lo que está diciendo. –Fernando tratándome de ignorante, esto era el colmo. Llamaban arte a una ilustración de la Dama de la Justicia, de la cual no dejaba ninguno de sus símbolos en pie.

¿Arte? Que yo sepa, arte es las estatuas de la Diosa griega Themis, la verdadera diosa de la justicia. Tenia que poner los puntos sobre las ies.

Bueno, ahí discrepo, la original es la Diosa egipcia Matt, pero se representaba con una pluma. –El juez parecía, que aparte de leyes, también le daba a la historia.

Bueno en este caso ni es griega, la balanza la lleva en la mano  izquierda y la espada en la derecha, así que es romana y se llama Iustitia. Los romanos cambiaron de mano los elementos. –Yo no tenía la carrera de historia, pero me defendía.

Vuelvo a discrepar, los romanos no le taparon los ojos con una venda, eso fue posterior, sobre el siglo dieciséis. A más, sabían ¿qué está inspirada en la estatua que se hallaba en el Tribunal Superior de Frankfurt por ser la versión más femenina y sexy de la Diosa? Yo estuve allí y la vi con mis propios ojos, era una verdadera maravilla. Hoy en día ya no se encuentra allí. –Vaya, Castro tuvo que ser un buen abogado defensor, solo hacía que discrepar y presentar recursos.

No me extraña, pero en la portada, la han puesto tan sexy que enseña un pecho. –Aquí pillé a Castro y lo dejé sin argumentos.

Sí, pero está relacionado con el resto de simbología. Ese pecho es la perversión que se hace de la justicia. El acoso y derribo que sufre por parte de poderosos y políticos, queda reflejado en esas cuerdas que tiran de ella intentando hacerla caer.

Al igual que los billetes de dólares que caen de la balanza, intentando romper la integridad e imparcialidad. Todos deberíamos recordar que sin justicia no habría sociedad ni igualdad. –Y Castro se puso serio, Fernando ni parpadeaba.

Bien dicho juez Castro y el título del disco, son las cuatro últimas palabras del juramento de lealtad a la bandera de Estados Unidos. –Aquello en boca de Fernando sonó a un acto patriótico, solo le faltó cuadrarse ante el juez.

¿Entiende ahora por qué tengo esa portada enmarcada en mi despacho? No es más, que para recordar por qué me hice juez y los valores que tengo que defender. –Castro dio por finalizada la explicación y volvió a su butaca, esta vez no hizo falta ninguna invitación, Fernando y yo tomamos asiento.

Bueno, después de este paréntesis histórico musical, volvamos al tema que les ha traído aquí.  Cogió el primer dosier que había en la bandeja, era una pequeña carpeta de color rojo, en su portada se podía leer las letras, “conducción temeraria”.

Soy Fernando Martínez, el propietario y conductor del Mercedes Clase C, por el cual hemos sido denunciados, por conducción temeraria. Aquí mi compañero, Toni Lessans, no tiene ninguna responsabilidad en este asunto, el simplemente iba en el asiento del copiloto. –Lo sabía, de nada había servido la conversación anterior, ya estaba Fernando entonando el “mea culpa”. Le faltó tiempo al ver el titulo del dosier.

Vera su señoría, perdón, señor  Castro, no es del todo correcto. Fernando sí que es el conductor y el propietario del vehículo, incluso lo conducía, pero yo fui quien lo indujo a cometer esa grave infracción. –Fernando me lo había puesto muy difícil, mis palabras sonaron más a una confirmación que a una absolución de responsabilidad.

A ver señores, mantengan la calma, ni si quiera les he leído los cargos ni quien procede a denunciarlos. Guarden silencio unos minutos mientras intento realizar mi trabajo, después ya tendrán tiempo de hablar. –Sacó unas gafas de montura de pasta, de color negra, se las colocó y leyó lo prometido.

Durante unos segundos nos quedamos en silencio intentando procesar la información. Era un sin sentido, nos miramos y los dos negamos a la vez con la cabeza.

Eso no es cierto. –Fernando se adelantó, dejando claro que los suyo era pisar el acelerador.

Fernando tiene razón, su señoría, perdón, señor Castro. No podía permitir que Fernando siguiera hablando si mi objetivo era liberarlo de los cargos.

Así que, no están de acuerdo con los hechos aquí denunciados. Está bien, para eso estamos aquí, para que pueda escuchar su versión antes de tramitar dicha denuncia. –El juez haciendo de juez, aunque por momentos me venían flashes de Castro, vestido con su chupa de cuero repleta de chapas y con una larga melena oscura haciendo el símbolo de la mano cornuta, como buen metalero, alejando las malas vibraciones de él.

Usted dice que conducía Lessans, según la denuncia, pero eso no es cierto, el que iba al volante era yo. –Fernando seguía un punto más veloz que yo.

Es cierto, yo iba en el asiento del copiloto, sería incapaz de conducir con esa habilidad. Y también es verdad que el propietario del coche es él. –Seguía acentuando la responsabilidad de Fernando, al igual, el que debía estar callado era yo.

Me están diciendo, que el Ayuntamiento ¿miente a la hora de describir los hechos? –Su entonación retorica, parecía más bien una afirmación.

Desde luego señor Castro, esto es una represalia contra Lessans por el artículo, que ha publicado denunciando una posible corrupción. –Y Fernando se personó como mi abogado defensor, dándole un giro a la situación, habíamos pasado de acusados a víctimas.

Pero esto no tiene sentido, cómo una entidad pública iba a utilizar su medios para intentar perjudicar a un particular. ¿Tiene alguna prueba de esto? –Castro se mostró incrédulo ante las acusaciones de mi defensor.

Sí, tenemos un video que demuestra que la denuncia es falsa, bueno más que falsa es que está mal redactada en su forma, está hecha de manera mal intencionada. Toni, enséñale el video que te pasó Philippe. –Ante la rotundidad de Fernando no me quedó más remedios que corroborar lo dicho por mi defensor. Abrí el archivo de video y le di el teléfono al juez para que lo pudiera visionar.

El juez Castro reprodujo el video varias veces, incluso lo pausó para cerciorarse de lo que estaba viendo, que no era otra cosa que Fernando y yo bajando del coche.

Este video cambia las cosas, aquí se ve perfectamente, que quien grabó el video desde dentro del autobús, captó justo el momento en que frenan bruscamente y se bajan del coche. Y usted Lessans, no conduce. Por lo tanto esta denuncia, para mí no tiene ningún valor y como consecuencia, no la puedo tramitar, porque tiene un grave defecto de forma.

 Se acusa a una persona que no ha perpetrado el acto denunciado. Así que, si me remiten este video,  constará como prueba aclaratoria y usted señor Lessans quedará exento de dicha acusación. –Después de la deliberación del juez, me quedé igual, en ningún momento había escuchado el nombre de Fernando.

Y ¿Fernando? ¿Qué pasa con él? –Era el momento de asumir el papel de la defensa.

Por mi parte, Fernando está en la misma situación que cuando llegó, libre de cualquier cargo. Tan solo lo cité a declarar por ser el propietario del vehículo denunciado. –Mi primera intervención como defensor y ya tenía mi primera victoria, todo un éxito.

Pero, sí yo cometí la infracción, tendré alguna responsabilidad. –El pobre Fernando seguía erre que erra con el “mea culpa”, menudo cliente complicado que me había buscado.

Tiene razón, pero si no hay denuncia contra usted y de momento el Ayuntamiento ha optado por acusar a Lessans aún sabiendo que no conducía, creo que usted puede estar tranquilo.  –Fernando me miró, como pidiendo mi confirmación.

Una última cosa, explíqueme eso de que todo esto es una represalia por su artículo.  – Castro, se acomodó en su butaca y yo procedí a poner al juez en antecedente de todo lo sucedido con Amadou y la muerte del empresario Grande.

Sabe Lessans, que se está ¿metiendo en tierras pantanosas? No es mi intención hacer que desista, pero antes de volver a dar otro paso como el que ha realizado, tenga pruebas certeras y evidentes. No me ha gustado nada el movimiento que ha hecho el Ayuntamiento contra usted, pero tampoco han infringido la ley y debe tomarse como un mero error administrativo.  –Castró abrió el primer cajón de su mesa y sacó una tarjeta.

Lo sé señor Castro, solo quiere advertirme de lo difícil que será, pero no se preocupe, el próximo paso lo haré como dice usted, con pruebas fehacientes. El juez se levantó y se acercó a nosotros, que también nos incorporamos, entregándome la tarjeta que había cogido.

Esta es mi tarjeta de contacto, verán que pueden hacerme llegar sus inquietudes por diferentes medios. No duden en hacerlo, estoy seguro que van a necesitar ayuda, yo no puedo actuar solo con evidencias, pero les puedo asesorar. Si consiguen pruebas, entonces tendrán todo mi respaldo y el de la ley, incluida la diosa del poster. 

El juez Castró nos acompañó hasta la puerta y estrechándonos la mano nos despidió. Fernando se vino arriba y una vez fuera le hizo el saludo cornuto de los metaleros, el juez sonrió y le devolvió el saludo.

Subimos al ascensor y Fernando aún seguía haciendo el saludo cornuto, creo que la mitad del personal de la planta se lo devolvió.

Vale Fernando, para de hacer eso, que aquí no hay nadie más y como sigas así te voy a dar una colleja. –Y ante la insistencia de Fernando se llevó una colleja.

Venga, no seas aguafiestas Toni, esto hay que celebrarlo, aún no eres consciente de la que te has librado, si el juez llega a tramitar la denuncia, hubieras tenido que asistir a un juicio rápido y allí la pena oscila entra los seis meses y los dos años. Por no decirte que evidentemente te retirarían el carnet de uno a seis años. –La verdad es que no me había parado a pensar en las consecuencias.

No cantes victoria muy alto Fernando, me espero cualquier cosa del Ayuntamiento y no descartaría que te denunciaran a ti por la vía administrativa. –No quería ser aguafiestas como decía él, pero era mejor tener previsto cualquier otro movimiento contra nosotros.

Estoy contigo, será mejor que me olvide de seis puntos del carnet y a ver cómo le digo a Ivette que tenemos que ahorrar quinientos euros para la multa. Bueno  mejor le diré que es para irnos un fin de semana de spa. –Yo por si acaso ya estaba pensando en regalarle un bono para el salón de belleza al que solía acudir.

El marcador iluminó el cero y se abrieron las puertas, dejamos atrás el ascensor y cruzamos en silencio toda la estancia hasta llegar al mostrador de recepción, donde Fernando no pudo evitar pararse para dar las gracias a la atareada funcionaria, la cual le correspondió con una sonrisa.

– ¿De verdad, Fernando? Si no te conociera, estaría preocupado. –Aunque se perdía por momentos, Fernando solo tenía ojos para su Ivette.

Mira que eres desagradecido, que te costaría ser un poco más amable, es gratis y es reconfortante. –Y dándome un palmadita en la espalda, abandonamos el edificio.

Encendí el móvil y comenzaron a aparecer mensajes; Nadia, Gianni, Ana, el Padre Ángel y un audio de Philippe. Se me acumulaba el trabajo, pulsé el play al mensaje del gabacho:

Oye, ya está bien, podías decir alguna cosa, llámame en cuanto salgas, o mejor aun pásate con Fernando por la cafetería. Había puesto el altavoz para que Fernando también lo escuchara.

Por mí no hay problema, es casi la hora de almorzar y hasta la tarde no pienso ponerme a trabajar.  –Pocas ganas tenía el pobre de pasar por casa y menos tenía yo de aparecer por la redacción. La decisión fue rápida


Comentarios

  1. Las descripciones de la diosa Justicia son muy gratificantes para los que somos ateos en la materia.....por otro lado la trama de la historia cada vez mas se pone interesante....

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  2. Si cada vez más interesante

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