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Mostrando entradas de octubre, 2022

A CONTRACORRIENTE

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  Las cosas llegan cuando llegan, ese es el problema, o no. Seguramente pensamos que nos merecemos todo y más y en este momento, no mañana ni pasado y quizás tengas razón o no. La vida es como una vieja máquina de escribir, en la que debes ir pulsando teclas y su combinación da como resultado una palabra. Pues bien, cada tecla es una acción que realizas y la combinación de muchas acciones acaban produciendo un resultado, pero aquí lo complicado es acertar con la combinación de teclas, para obtener el resultado deseado. En ese momento no sabía la combinación y andaba golpeando teclas, sin obtener ningún resultado. Después de una larga noche sin dormir, reflexionando en la terraza, llamé al Padre Ángel para intentar despejar la mente. Se presentaba un duro día, tenía que aclarar lo ocurrido con Nadia y acto seguido presentarme en la redacción donde Sandoval, ya estaría al corriente de lo sucedido y seguramente no me esperaría para felicitarme. El Padre Ángel, había sido mi

NOCHE DE PUZLE

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  El cielo estaba totalmente despejado, era una de esas noches donde se podían apreciar las estrellas con claridad, a pesar del millar de luces que se proyectaban contra el cielo, de una ciudad que no quería dar paso a la oscuridad. Yo me había sentado en mi vieja silla a disfrutar de la brisa que corría esa noche, el vivir en el último piso del edificio, el ático, me permitía tener una perspectiva única de la ciudad, incluso llegaba a divisar el mar. Aunque la terraza no era amplia, más bien todo lo contrario, con algo donde sentarme y una pequeña mesa redonda para apoyar mi copa, era suficiente para disfrutar de la calma y el silencio que rara vez concurrían a la vez. Esos eran momentos de reflexión, momentos de pausa, momentos de....todo. Pero el mejor de todos era cuando conseguía no pensar en nada, quedando hipnotizado por el brillo intermitente de las cientos de miles de perlas que se incrustaban en el firmamento. A tal efecto lo saboreaba en forma de vino, un tinto bie

¿PARA CUÁNDO UNA PORTADA?

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  Camino a paso ligero calle abajo, después del café matutino y algún que otro reproche de Philippe, el señor del tiempo me indica que tengo diez minutos para intentar llegar a la redacción. La luz de la mañana a esas horas es luminosa, brillante, limpia, es una luz joven con toda su energía, renacida por el alba y proyectada por los primeros rayos del astro candescente. Su claridad contrasta con el amanecer de la gente, lento y precedido de largos rituales matinales y algo de espesor mental. En mi caso ya había pasado todos esos rituales y mi cabeza aunque andaba ajustándose ya estaba lista para afrontar un nuevo día. A pocos metros de la cafetería, se encontraba el primer punto donde hacía un alto, ya era de forma inconsciente. Un pequeño habitáculo prácticamente cuadrado, ocupaba la mitad de la acera con una pequeña entrada sin puerta en el centro, donde se encontraba Armando. Sin apenas espacio para moverse, solo disponía de una silla plegable y su vieja caja registradora y