A CONTRACORRIENTE


 

Las cosas llegan cuando llegan, ese es el problema, o no. Seguramente pensamos que nos merecemos todo y más y en este momento, no mañana ni pasado y quizás tengas razón o no.

La vida es como una vieja máquina de escribir, en la que debes ir pulsando teclas y su combinación da como resultado una palabra.

Pues bien, cada tecla es una acción que realizas y la combinación de muchas acciones acaban produciendo un resultado, pero aquí lo complicado es acertar con la combinación de teclas, para obtener el resultado deseado.

En ese momento no sabía la combinación y andaba golpeando teclas, sin obtener ningún resultado.

Después de una larga noche sin dormir, reflexionando en la terraza, llamé al Padre Ángel para intentar despejar la mente. Se presentaba un duro día, tenía que aclarar lo ocurrido con Nadia y acto seguido presentarme en la redacción donde Sandoval, ya estaría al corriente de lo sucedido y seguramente no me esperaría para felicitarme.

El Padre Ángel, había sido mi mentor de juventud antes de hacerse cargo de la rectoría del Sagrado Corazón. En la ciudad, había ejercido de docente en un colegio Mayor de los Jesuitas donde yo había estudiado. Daba las materias de Historia y Filosofía, su peculiar forma de impartirlas y su visión algo extrovertida y diferente de la vida las hacía muy amenas.

De aquí se forjo una amistad que mantuvimos en la distancia y a mi regreso a la ciudad retomemos. Él siempre disponía de tiempo para mí y aunque solía decir que su tiempo era para todo aquel que lo necesitara. Pues yo debía ser un necesitado porque para mí siempre encontraba un momento.

La calle aún estaba en silencio, a pesar de que la iglesia estuviera situada en una de las arterias principales de la ciudad, todavía no se percibía el latir de la gran urbe. Los primeros comercios comenzaban a levantar sus persianas y solo algún que otro madrugador huyendo de la multitud aprovechaba el momento para sentirse el centro de todas las atenciones, que es lo que hubiera tenido que hacer “ Pretty Woman” si no hubiera tenido un Richard Gere.

La iglesia del Sagrado Corazón  quedaba encajada entre dos grandes edificios, no era muy grande ni tampoco muy alta. Tenía dos accesos, uno frontal que daba a la calle principal, este era una zona ajardinada que en medio de tanto cemento y asfalto resaltaba, siendo imposible no advertir su presencia. Un pequeño camino de adoquines marrones separaba ambos lados del jardín y acababa junto a dos escalones que te elevaban a la altura de la entrada.

La fachada era algo peculiar dado que estaba ornamentada con figuras florales, esculpidas en la misma piedra que la recubría. En su parte más alta un ventanal con forma de esfera, formado por cientos de vidrios policromados y en su parte baja las iniciales “IHS”. Para cualquier discípulo de Loyola no era necesaria una cruz para saber que esa era su casa.

La entrada principal estaba formada por dos pórticos ovalados de madera. En cada pórtico, se había tallado la mitad de un corazón, al cerrarlos se podía apreciar el corazón completo con su llama sagrada. Toda una declaración de principios, quizás por eso nunca entraba por la puerta principal y accedía por el lateral del edificio. Justo por el lateral derecho de la iglesia, al fondo, se encontraba el acceso a la rectoría, donde vivía el Padre Ángel.

Era indudable el estilo “Art Nouveau” de su creador, flores, girasoles y todo tipo de vegetación recubrían el edificio, esculpidas con una precisión que las hacía casi reales. El Padre Ángel nunca me confirmó ni desmintió la leyenda que corría sobre la iglesia, pero a mí me daba la sensación de que era cierta.

Según la tradición, el terreno donde se construyó la iglesia era de un noble burgués de la ciudad, devoto incondicional de San Ignacio de Loyola y en agradecimiento al santo, financió y mandó construir al mismísimo Josep Vilaseca Casanova, el que fuera maestro de Gaudí, dicha obra. Y una vez acabada la entregó a los jesuitas, que hasta el día de hoy son los que la regentan. De la autoría del maestro no hay constancia, pero los neófitos sedientos de nuevos hallazgos, la sitúan como una de sus obras principales, por lo que no es raro de vez en cuando ver parar algún autobús de turistas disparando sus cámaras contra el edificio y cada uno de sus detalles.

 

Buenos días hijo ¿qué se te ha perdido por aquí, a estas horas de la mañana? Suerte que aquí no tenemos horarios y la casa está abierta todo el día, pero a este paso contigo vamos a tener que poner el servicio de guardia. –El Padre Ángel siempre quitando hierro al asunto, estaba acostumbrado a ver almas buscando el norte, como él les llamaba, cuando paradójicamente la iglesia estaba orientada al este.

Pues verá Padre, yo el norte  como usted sabe, hace tiempo que lo perdí, es más creo ir a contracorriente, así que debo andar por el sur. El Padre Ángel se acomodó sentándose en su butacón y ofreciéndome ocupar el opuesto, situado tras la mesita de café que tenía como zona de estar dentro de su despacho.

Supongo ¿qué te apetecerá un café de esos cargados? No te imagino a estas horas tomando otra cosa. –Parecía como si me conociera de toda la vida, no era para menos. Se levantó y se dirigió hacia una diminuta cafetera que tenía en un pequeño mueble junto a la zona de estar. El pasar de los años no había hecho mella en su aspecto físico, siempre se había cuidado física y mentalmente, era un gran amante del tenis y la verdad no se le daba nada mal, aunque mi valoración no era muy objetiva dado que yo era un desastre con la raqueta. Así que no era difícil que cualquiera me pareciera bueno. Aún era ágil de movimientos, con casi su metro ochenta no tenía un kilo de más, siempre elegante con su camisa blanca y sus pantalones grises de corte recto. Solo su pelo canoso daba alguna pista sobre su edad.

Por supuesto ¿qué sería la mañana sin un café? Es el motor de los soñadores como dice un gran amigo mío. El clérigo sonrió y mientras me preparaba el café, él se elaboró una infusión.

Volvamos al tema ¿por qué dices que vas a contracorriente? Es ¿por qué sientes que nadie te apoya en lo que haces? O a caso ¿no quieres aceptar las cosas como son? Su infusión parecía un botafumeiro, entre el vapor de agua que desprendía y los aromas de aquellas hierbas celestiales, me hizo pensar si no sería una nueva técnica de confesión o de sugestión de la verdad.

Y ¿qué hay de malo en no aceptar las cosas como son? Quizás el aceptar sea limitarse uno mismo en sus objetivos y claro que puedes no sentirte apoyado cuando tomas decisiones, sobre todo si no siguen la norma de lo establecido. Usted Padre estoy seguro que sabe lo que es eso, lo que sintió cuando dio el paso y decidió incorporarse a la Compañía de Jesús. Seguramente sería un incomprendido y la mayoría de su entorno no le respaldaría ante tan importante decisión. Soplé por vigésima vez el café, en vez de enfriarse parecía que aumentaba su temperatura, parecía que hubiera calentado el agua a fuego, Dios y nunca mejor dicho sabría que artilugio utilizaba el Padre para tal acometido.

Sí desde luego que lo sé, pero no debes pensar que el mundo está en contra tuya y que si las cosas salen mal es por ir en esa dirección, como dice San Pablo: “los caminos del señor son inescrutables”. Tú decides tu camino y tú solo tú, cometerás errores, los cuales no debes tomarlos como algo negativo, si no como toques de atención para no perder de vista tu objetivo y así no desviarte del camino. Y por momentos aquellos aromas celestiales emanados de la taza del Padre Ángel, me evocaban recuerdos agradables y sensaciones venidas a menos.

Entonces ¿qué debo deducir por sus palabras? ¿Qué mis errores son los que me guiarán hacia mis objetivos? Pues entonces Padre, su Señor deberá poner farolas por qué no veo hora de encontrar el camino, debo pasar más tiempo fuera que dentro, porque no para de darme “toques de atención”.     Y después de resoplar y resoplar el café por fin conseguí enfriarlo, de un sorbo me lo tomé y miré el reloj, era hora de ir a la cafetería para encontrarme con Nadia.

Lo siento Padre, debo marchar a la cafetería a resolver unos asuntos, bueno muchos asuntos, ya le digo yo que voy a contracorriente.

Está bien, ya sabes que esta es tú casa y tenemos pendiente acabar esta conversación, por cierto si vas a ver al pagano de Philippe, dile de mi parte que aún estoy esperando que pague su apuesta. –El padre sonrió mientras se frotaba las manos. A saber que apuesta habrían hecho esos dos, conociendo a Philippe eso era un golpe muy bajo, pero para mí era la primera alegría del día y me fui frotándome las manos también.

 

Comentarios

  1. EXCELENTES DESCRIPCIONES Y COMENTARIOS SÓLO AL ALCANCE DE MUY POCOS.....

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