UN BLOODY MARY A LO TOM CRUISE

 


Me sentía eufórico tras la charla con el Padre Ángel, había una posibilidad de que mi artículo fuera publicado y no me importaba de qué manera se fuera a realizar. En este caso para mí el fin justificaba sobradamente los medios aunque a Sandoval no le fuera hacer ninguna gracia.

Así que encaminé la avenida dirección a la cafetería, tenía el día libre, tal cual lo había decido Ana y pensaba tomármelo.

A esas horas del día, previas al almuerzo había bastante movimiento de gente por el local de Philippe, sin ser un día festivo había conseguido que los jueves al mediodía fuera el día del brunch, dejando aquellas viejas tradiciones de servir paella para locales más tradicionales.

Yo como buen seguidor del auténtico brunch, el que dio nombre a la tradición, el que se celebraba en el barrio del Bronx de Nueva York, cuando los fieles al salir de misa, al mediodía se reunían para tomar un tentempié, mezcla de desayuno y comida para recuperar fuerzas después de los canticos y bailes que se celebraban en honor al Señor. Ese día en concreto cumplía con los requisitos, no por mis cualidades de canto, ni de baile, ni tampoco por mi acto de fe, pero sí por salir de una iglesia a mediodía.

Aquella barra los jueves era un auténtico escaparate de comida, no había espacio entre bandejas y platos repletos de manjares de puro hidratos de carbono y grasas saturadas. La primera mitad de la barra estaba dedicada al brunch de la casa, como lo llamaba Philippe, digamos que esta era una versión libre del brunch. Olvidándose de la parte del desayuno en lo que correspondía a bollería, tostadas y bebidas calientes y zumo. Su innovación no era otra que una vez descartado esto, introducía lo que vine siendo el típico tapeo; bravas, empanadillas, croquetas, tortilla de patata, ensaladilla rusa y una selección de ibéricos en honor al cerdo de bellota cinco jotas. Todo ello regado con vino y cerveza.

En la otra mitad de la barra se encontraba el brunch neoyorquino, el original, compuesto de; huevos a la Benedictine, aquí Philippe jugaba al despiste y los llamaba “les oeufs de grand-mère Juliette “, no le bastaba que su abuela casi fuera la inventora de los cruasanes, sino que también la precursora del bruch original. Philippe decía que era mucho más creíble que su abuela, Juliette, creara la receta que no unos monjes benedictinos del otro lado del charco.

Bien la receta no dejaba de ser unos huevos escalfados, sobre una tostada con una base de beicon frito y recubiertos con una fina bechamel, acompañado de salchichas y para beber un Bloody Mary. Yo entiendo que al llevar bechamel, Philippe que era más patrio que Napoleón, entendía que era un producto nacional, de dónde iba a ser si no su creador, Louis de  Bechaimel ¿americano?  Por tanto esa receta no podía ser más que francesa y por lógica de su abuela. No sabía la guía Michelin la perla que tenían en el país con la abuela Juliette, más que estrellas necesitaban una constelación entera para ella.

 El gabacho quería dar un toque de distinción a su local y según él quería que fuera un punto de encuentro internacional en la ciudad y no andaba mal encaminado, aquello los jueves parecía la ONU. Eso sí, a todos los guiris los encontrabas en el banquete nacional, allí no se escuchaba una palabra en castellano. Mientras que en el apartado intercontinental, nos encontrábamos los herederos de cervantes.

Buenas Philippe, veo que tú idea de los jueves de brunch, está funcionando muy bien, empieza por ponerme el Bloody Mary. Philippe hacía una pequeña modificación de la receta original y doblaba la cantidad de vodka.

Ves y luego dices que no te gustan las cosas de mí país y te pides el brunch internacional que es una receta totalmente francesa. –Agarró la coctelera y procedió a introducir los ingredientes, la cerró y comenzó a agitarla de arriba abajo, hizo un paro y cambió de derecha a izquierda, otro paro y se la pasó por detrás de la cintura. Estaba completamente perplejo ante la exhibición, parecía un prestidigitador o más bien un trilero. Estaba esperando que en cualquier momento me diera el cambiazo por un refresco.

Y cuando creía que ya lo había visto todo, Philippe lanzó la coctelera con su mano izquierda, por detrás de su cintura y la recogió con su mano derecha justo por delante de la misma, ni el mismísimo Tom Cruise en la película Cocktail, sería capaz de reproducir semejante malabarismo.

¿Ya has acabado? No querrás que te aplauda, o mejor aún ¿qué te tire unas monedas? La verdad que había sido espectacular el dominio que tenía el gabacho con la coctelera, yo ni me atrevería a intentarlo, lo mínimo que me ocurriría sería dislocarme algún hueso. Pero no estaba la cosa como para agrandar el ego de la futura estrella del Cirque Du Soleil.

Esto solo es un homenaje al gran Fernand Petiot. Y me miró como esperando que supiera quien era el tipo ese.

¿Y? ¿Tengo que conocer a ese tal Petiot? ¿Es algún cliente tuyo? Ya me veía venir la respuesta pero decidí ignorarlo a ver si dejaba el tema de una vez.

Oh la la, me vas a ofender con tu ignorancia intencionada, el gran Fernand Petiot, fue el creador del Bloody Mary, en el famoso “ Harry´s Bar “ de París, a pocas calles de donde creció mi abuela, que fue la que modificó la receta original que ahora tú te estás tomando. Espero que después de esta explicación te quede claro de donde proviene el brunch y todos sus ingredientes. Y se quedó tan ancho, que tuve que esperar unos segundos para poder contestarle.

Hasta aquí hemos llegado Philippe y por respecto a tu abuela Juliette, no voy hacer ningún comentario, pero que sepas que la tortilla francesa es una burla a vuestro país por lo que hicisteis aquí. Philippe contuvo la respiración, pero tuvo que interrumpirme.

La tortilla francesa es otra gran aportación culinaria de nuestro país. – Ahora resultaba que todo iba a ser francés hasta el aire que respiramos.

Verás sabiondo , aquí se hacia la tortilla de patatas, hasta que en mil ochocientos diez, durante la Guerra de Independencia, vuestras tropas asediaron las ciudades de Cádiz y San Fernando y comenzaron a escasear alimentos y entre ellos la patata, ingrediente principal para la internacional tortilla española, así que como las familias solían disponer de gallinas, empezaron a preparar tortillas simples, sin relleno y la empezaron a llamar tortilla a la francesa, o sea una tortilla pobre, en honor a tus compatriotas.   Esa no se la esperaba el gabacho, mi vena patria lo había dejado noqueado.

“Cheapeau bas á vous, Monsieur”, me quito el sombrero, quizás he exagerado un poco con el origen del brunch y alguna cosilla más, pero te aseguro que mi abuela lo hacía igualito. Philippe hincando rodilla, era algo insólito.

Está bien, Philippe, no te lo tendré en cuenta, pero el próximo Bloody Mary lo pagas tú y quiero que me lo sirvas a lo Tom Cruise.

Comentarios

  1. Esta vez después de leerte semana a semana me has hecho reir

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