DEPENDIENDO DE LOS OJOS QUE LO CONTEMPLAN


 

Salí del Day at Day a toda prisa, sentía que quizás era el momento de abandonar aquel edificio y aquel trabajo, mis expectativas de realizarme profesionalmente se habían truncado, cómo iba a ejercer mi labor periodística sí a la primera de cambio ya estaban censurando mi trabajo. Prefería conservar ese idealismo absurdo y romántico, del periodista como símbolo de libertad. Pero estaba claro que la libertad andaba en manos de quien imprimían el papel.

Abrí el corazón que daba acceso al sagrado recinto, rompiendo sin pensarlo mi costumbre de dirigirme por el lateral del edificio para acceder a la rectoría del Padre Ángel. Nada más abrir, pude percibir la sensación de humedad y de frescor provocada por el conjunto de piedras y agua, que daban la bienvenida a los devotos.

 El conjunto estaba formado por una pared de cobalto negro que ejercía de tabique separador, el cual estaba revestido de cientos de hojas de color verde enredadas entre sí, provenientes de una hiedra majestuosa que a lo largo de los años había acabado por engullir aquella roca volcánica. En su parte central, sobresalía la enorme boca de un pez, del cual emanaba un caño de agua. El líquido incoloro a su vez era recogido en una pila en forma de concha, la cual dosificaba el caudal en forma de cascada a un pilón rectangular, que simulaba un pequeño estanque.

El silencio al cerrarse la puerta, era roto por el decaer continuo del agua, trasladando los sentidos a estar en plena naturaleza. Oído, olfato y vista eran completamente engañados, provocando una sensación de bien estar y tranquilidad, condición esencial para poder acceder a tal sagrado lugar.

Nada estaba ahí por casualidad, dependiendo de los ojos que lo contemplaran.  Para el cristiano tan solo era una fuente de agua bendita, destinada a realizar la señal de la cruz en el ritual de la persignación, para purificarse y saludar a Dios, haciendo reseña a la concha, como elemento purificador.

Ante los ojos paganos, veían claramente la alusión a la primitiva iglesia cristiana, en la inscripción que se podía leer sobre la boca del pez, “ICHTUS” (IESOUS CHIRSTO THEOU YIOS SOTER) acrónimo griego de Jesucristo. La herejía del pez como código secreto, para los primeros cristianos, donde aún Roma no había impuesto su doctrina y eran puros.

Y para su creador, que diseñó un espacio bucólico inspirado en la naturaleza, como el resto de la decoración de la iglesia, eso sí, como haría también su discípulo Gaudí, jugando al despiste con la simbología.

Yo era más ateo que los dibujos animados, pese haber recibido toda mi educación en colegios católicos. Y ni actos de purificación, ni de fe, eran atendidos por mi parte. Por eso mi negación a realizar ese camino de peregrinación hasta la rectoría.

Una vez se accedía a la iglesia, el silencio era mayor, pero los sentidos seguían sin recobrar la realidad, una brisa de aire fresco recorría toda la planta recogiendo esencias de azahar e incienso, la luz transversal de sus policromadas cristaleras, te hacían perder la noción del tiempo. El eco de mis pasos, resonaban por doquier, agrandado la sensación de espacio, la cual no tenía.

Para aquellos que con el ritual del agua no había suficiente y no podían purificar sus almas, dado que arrastraban pecados, al fondo del lateral derecho había un confesionario, pequeño y estrecho, de madera oscurecida por tantos pecados escuchados entre esas cuatro paredes. En el frontal se podía advertir una iconografía de la redención de Jesús, advertencia de que aquel que osara expiar sus penas en acto de confesión, debería cumplir penitencia para su absolución.

 El recorrido hacia el altar no era excesivo, pero se convertía en un puro acto de fe. Después de purificarse, confesarse y pedir perdón, parecía que ante los ojos del Señor solo había almas impuras.

Según avanzaba estaba flanqueado a derecha e izquierda por grandes columnas coronadas por capiteles de estilo “Nouveau” que elevaban las almas de los fieles. El altar, en el centro del ábside de forma semicircular, estaba coronado por una cúpula  esférica, con una obertura en el centro para cuando el sol alcanzara su cenit, fuera el astro quien se encargara de iluminar las liturgias ceremoniales.

El altar, de mármol blanco, estaba elevado sobre una escalinata del mismo color y material, tallado en una sola pieza, emanaba su propia luz a todos los rincones. Desde abajo de las escalinatas, aquel presbiterio quedaba encajado por debajo de un sol dorado que había en un gran lienzo en la pared del fondo, para que ante la mirada de los fieles que ocupaban los bancos que había a ambos lado del pasillo central, tomaran consciencia de que Jesús, el sol renacido, presidia todo acto sagrado que se celebrase.

Aquel sanctasanctórum de las ceremonias era tan sobrio que solo estaba presidido en su centro por una cruz de plata y una solemne  inscripción  del lema jesuita: “AD MAIOREM DEI GLORIAM” en la base de la talla. Transmitiendo gloria y sencillez a la casa del Señor.

Desde aquel punto, el más elevado, dirigiendo la mirada hacia la entrada, se apreciaba el camino recorrido, un pasillo que en su suelo estaba decorado con motivos florales en perfecta correlación geométrica, no dejaba de ser un paseo por la naturaleza, donde el juego de luces de las cristaleras daban color y la suave brisa traía aromas que transportaban la mente hacia un lugar diferente, quizás un lugar puro, quizás la recompensa a los actos de fe previos.

Era la primera vez que me encontraba completamente solo en aquel templo y pude comprender, porque era el refugio de tanta gente. Allí dentro el tiempo se paraba, el estrés, la rutina y los problemas se quedaban fuera. Su diseñador acometía con gran éxito la finalidad de su obra, que sin pretender ser un acto de fe, hacía recordar que la esencia de las cosas están en la naturaleza, esa desconocida para los que vivimos en grandes urbes y allí el tiempo tiene otro ritmo y las cosas se rigen por otras normas y donde la armonía es la fuente de la vida. Como había dicho anteriormente, dependiendo de los ojos que lo contemplaran, la fe quedaba en un segundo plano. Pero no iba a ser yo quien pusiera en tela de juicio, la casa del Señor.

Por el lateral derecho de las escalinatas del altar se podía acceder a un pequeño pasaje que conducía a la rectoría del Padre Ángel. Una puerta de roble, gruesa y pesada, envejecida por el paso de los años con las iniciales de la Compañía, IHS, era la tarjeta de presentación de lo que se encontraría tras ella.

Bajo las letras, el picaporte de hierro forjado en forma de cruz, haciendo honor a la tradición, del que picaba la puerta solicitaba asilo en la casa del señor, en este caso, tras mi exilio profesional no se me ocurría mejor sitio que este para ser acogido. Golpeé tres veces aquella cruz, provocando un estruendo difícil de no ser escuchado, la puerta se abrió de inmediato y apareció con cara de sorpresa, el Padre Ángel.

¿Qué haces por aquí, hijo? No te esperaba, a pesar de haber picado tres veces como haces siempre. El Padre apareció con sus gafas de lectura en la mano, tras él se divisiva la mesa del despacho que estaba empapelada de documentos y lo que parecían ser archivadores repletos de hojas, amontonados unos sobre otros dispuestos a desafiar la ley de la gravedad.

Veo que está ocupado, Padre ¿Le molesto en este momento? Puedo venir más tarde. La verdad que lo dije por cumplir, necesitaba su atención en ese momento, el Padre Ángel al verme la cara, negó con la cabeza y con su mano derecha me hizo la invitación a entrar al despacho.

Entra, los papeles pueden esperar. –Recogió unos cuantos papeles y se dirigió hacia la vieja cafetera a prepararme un café, yo mientras me acomodé en una de las butacas, observando su ritual con el café.

No se moleste Padre, puedo pasar sin café. –El Padre Ángel dirigió su mirada hacia mí y sonrió acto seguido continuo con el ritual y esta vez se preparó una infusión para él, inundando la habitación de ese aroma celestial, de hierbas sagradas de las que no quería decirme su nombre.

No es ninguna molestia, sabes que las costumbres no se deben perder y este ritual forma parte de nuestros encuentros, a más no te imagino tomándote otra cosa. –Acabó de servir las bebidas y se sentó enfrente de mí.

Verá Padre, se trata del trabajo estoy pensando en dejarlo y como en parte se lo debo a usted quería que lo supiera. –El Padre Ángel, como mentor y casi segundo padre, una vez finalicé los estudios y empecé a trabajar, vio que la cosa no iba bien, andaba de periódico en periódico y cuando no, en trabajos que nada tenían que ver con el oficio, así que un buen día me dijo: “Te he conseguido una entrevista, en el mejor periódico de la ciudad, espero que estés a la altura y demuestres lo que vales “.Y desde ese día formé parte del Day At Day.

Pero después de tanto sacrificio y todo lo que te ha costado llegar hasta ahí, no puedes dejarlo ahora. –Dejó la infusión sobre la mesa, se levantó y empezó a deambular por la habitación. No se merecía esa actitud por mi parte, me sentí un verdadero egoísta, no hallaba palabras para intentar calmar tan gran decepción.

Sé que no es lo que espera de mí, pero se trata de valores, usted como yo compartimos ideales, yo me hice periodista con la esperanza de poder ejercerlos, quería cambiar cosas, denunciar las injusticias, explicar las cosas como son, sin filtros. Pero parece que me equivoqué, esa anhelada libertad de la pluma dibujando palabras sobre el papel, se la ha llevado el viento. Y no me veo escribiendo al dictado de intereses corporativistas.      – El Padre Ángel sabía lo que era imponer la doctrina y lo que suponía apartarse de ella.

Pero, debe haber habido algún hecho en concreto que te ha llevado a tomar esta decisión ¿qué ha sucedido? –Volvió a sentarse, tomó un sorbo de su infusión y se quedó inmóvil a la espera de mi respuesta.

Puse al Padre en antecedente de todo lo sucedido, la desaparición de Amadou, la persecución por la ciudad, la información de Gianni y faltando a mi palabra, aunque sabía que estaba a salvo, le hablé de Nadia.

Después de lo que le he contado, no cree que hay motivos para sospechar que está pasando algo inusual en el Ayuntamiento y que la muerte del empresario está relacionada de alguna forma con todo esto. El Padre asintió con la cabeza, rompiendo con su absoluta inmovilidad durante toda mi explicación.

Y ¿qué piensas hacer si dejas el periódico? ¿Cómo vas ayudar a tu amigo Amadou y seguir investigando el asesinato de Grande y su relación con el Ayuntamiento? Desde fuera las cosas serán más difíciles por mucha ayuda que tengas de la subinspectora, el periódico es un altavoz muy potente, tiene los medios y la influencia necesaria para poder acometer un trabajo tan difícil, deberías pensártelo dos veces.

Mira hijo, en esta vida las cosas nunca van a ser como queremos, siempre habrá obstáculos y otras veces muros infranqueables y la única opción es dar un paso atrás y bordear el obstáculo. Y aunque el camino sea más largo, al final llegarás a tu destino. En ese momento entenderás uno de los secretos de la vida, que el aprendizaje está en los obstáculos que te vayas encontrado y no en el camino que hagas. Es el momento de utilizar la cabeza y dejar el corazón a un lado, aunque este nunca se equivoque hay que protegerlo también. –Se incorporó y se dirigió a su escritorio, abrió uno de los cajones y cogió lo que parecía ser una fotografía.

Entonces, Padre ¿usted cree qué tengo pocas posibilidades de continuar con la investigación si dejo el periódico? Seguro que habrá  la forma de hacerlo, estoy acostumbrado a empezar de nuevo. –No veía la manera de seguir en el periódico e ignorar que en cualquier momento seguiría sufriendo la censura por parte de Sandoval.

Mira esta fotografía ¿te acuerdas cuándo fue? Es del día que te hiciste periodista, ahí estás con tu birrete y tu toga negra. Cada vez que miro esta foto veo la recompensa de alguien que no bajó los brazos, un luchador nato que no paró hasta conseguirlo. Y aún a día de hoy sigo viendo esa fuerza en tu mirada, por eso no me sirve que digas que lo vas a dejar. Y me entregó la foto, en ella estaba con mi diploma en la mano junto al Padre Ángel, yo sonriente y desbordando felicidad a raudales y él rodeándome con su brazo  y sosteniéndome con su mano sobre mi hombro, mirando fijamente, como el padre que mira a su hijo orgulloso de su vástago por lo conseguido.

Sí, cómo no me voy a acordar de ese día, uno de los más felices de mi vida y usted estaba ahí como casi siempre en todos los momentos importantes. Por ese motivo no quisiera decepcionarle. –Bajé la mirada y un sentimiento de culpa y tristeza me recorrió el cuerpo.

¿Cómo me vas a decepcionar a mí? Eso es imposible, conozco como funciona ese corazón. Verás creo que voy a poder hacer algo respecto a tu artículo censurado, eso sí, no te puedo garantizar nada, pero lo voy a intentar. –De repente, me pareció oír que el Padre iba a intentar hacer algo con mi artículo, por un momento me quedé bloqueado.

¿Cómo ha dicho Padre? –El corazón se me aceleró y era incapaz de pronunciar palabra alguna.

Pues eso mismo, voy a intentar que te publiquen el artículo. El director del periódico ya accedió a mi petición para concederte la entrevista de trabajo y creo que no pondrá inconveniente en publicarte el artículo. Es un viejo miembro de la Compañía, compartimos algunos años de estudios y mantenemos una gran amistad. Esto queda entre tú y yo, nadie más puede saberlo. –Aquellas palabras sonaron a bendición, una extraña sensación recorrió mi cuerpo invadiéndolo de alegría inesperada, me acerqué al Padre Ángel y lo abracé con todas mi fuerzas.

Vamos, no será para tanto, aún no está publicado, así que no pierdas más el tiempo, hay gente que te necesita ahí fuera. Tenía razón el Padre, debía ponerme las pilas y sobreponerme, tenía mucho trabajo por delante.

Me despedí del Padre Ángel y salí por la puerta que daba al lateral del edificio. La luz del mediodía se encontraba en su punto más alto  y el ruido desacompasado de la ciudad, me hizo retornar a las viejas sensaciones, por un memento todo aquello se había evadido de mi mente, quizás mi viaje iniciático a través de los sentidos y las emociones de aquel lugar sagrado, había provocado alguna cosa en mí que no sabía explicar, quizás sin ser un hombre de fe, se había producido un acto de fe. Solo sabía que había entrado por aquella puerta derrotado y salía con las energías y las esperanzas renovadas.

Comentarios

  1. descripciones muy fieles a la realidad. El lector vive en primera persona las emociones que siente el personaje de ficción.....es una delicia para los sentidos....

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  2. Me he visto en ese espacio sagrado, he reconocido el rostro y la expresión del Padre Ángel, os he visto petfectamente en la foto y hasta he sentido el olor a café. Felicidades Toni!💜

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    1. Bueno has visto a Lessans, yo ojala puediera estar acompañándolo

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