CAUSALIDAD O CASUALIDAD

 



Lanzar una moneda al aire, puede ser significado de duda, o deseo que no nos atrevemos a expresar  y esperamos que algo llamado suerte nos lo certifique. Nunca creí en la suerte como tal y sí, en el destino. Pero el destino ¿lo provoca la causalidad o la casualidad?

 Al que juega puede que le toque el premio, pero al que no juega, no significa que no tenga suerte porque no le va a tocar y el que lo trabaja duro, puede que no lo consiga aunque lo está buscando con su esfuerzo, acaso será, que quien no se esfuerza tiene posibilidades de conseguirlo.

 Nada en esta vida dejaba de ser una casualidad, sin una causa a la que atribuir, así que prefería ser yo quien tirara los dados y que el destino decidiera la jugada.

 Pues bien, esta era alguna de las reflexiones que me hacía en la barra cada mañana, observando los diferentes personajes que entraban por la puerta de la cafetería, a veces me dedicaba a intentar adivinar ¿quién era? ¿A qué se dedicaba? ¿Qué vida llevaba? y cosas por el estilo. Philippe, que los conocía prácticamente a todos, se lo pasaba en grande, porque no acertaba una y bromeaba diciéndome lo malo que sería como policía y que lo mío era inventar historias y no explicarlas.

Venga, Toni, sí aciertas dos cosas sobre el próximo que entre por la puerta, tienes el café pagado. Philippe invitándome al primer café de la mañana, sonaba muy bien y a la vez muy raro, pero sí, estaba despierto y sentado en la barra.

Vamos Philippe, que son las siete y media de la mañana y a duras penas puedo remover el café, como para ponerme en plan Rappel. Era yo el que solía empezar el juego, pero a las siete de la tarde, para desconectar del trabajo y echar unas risas.

Son las siete y treinta y tres, última oportunidad o retiro la apuesta. Y acabando la frase me guiñó un ojo, o eso me pareció a mí, que incluso me giré pensando que se lo habría guiñado a alguien detrás de mí, pero no, ese disparo ocular había sido contra mí.

Está bien, pero que sepas que no estoy motivado, así que ya te dejo las monedas en la barra para que te vayas cobrando.  Justo eran las siete y treinta y cinco, Philippe gesticuló con la mirada y la cabeza señalando hacia la puerta, yo seguí con la mirada y resto del cuerpo hacia la entrada.

Esta se abrió en ese preciso momento, parecía que su gesto tenía poderes sobrenaturales, apareció una mujer. Philippe me volvió a mirar y sonrió, como el que sabe algo que va a pasar pero no te lo va a decir.

Aparecieron una botas negras hasta prácticamente la rodilla, que ocultaban unos jeans de color azul, una camisa blanca envuelta en una americana beige , metro setenta y cinco de mujer, cabello negro de media melena ondulada y a medida que se acercaba , pude distinguir sus grandes ojos marrones, al igual que su bolso bandolero.

Te doy un minuto para que adivines algo, si es que puedes parpadear. Y Philippe se fue a atender a la mujer. Mi cerebro aún estaba procesando semejante  información, me había quedado en sus ojos, por que los míos no reaccionaban. Le preparó un cortado y seguidamente se volvió a aproximar.

Bueno ¿ya lo tienes? La voz de Philippe resonó como de fondo, como cuando suena el despertador y tú estás en lo mejor de un sueño.

¿Qué dices? Desperté del sueño, ante la insistencia del despertador.

No será tan difícil Toni, te he visto escribir entrevistas sin tener entrevistado. Y volvió a insistirme con su mirada sobre la chica. Yo había tenido el bloqueo que tiene un escritor ante su primera página, al del pintor ante su primera trazada sobre el lienzo, así que cogí el café y me lo bebí de un sorbo, quizás un chute de cafeína activaría mis neuronas.

De acuerdo, Philippe, se llama Eva, cuarenta y cinco años y es administrativa, está casada y tiene dos hijos. Y una vez tirado a la piscina le pedí otro café. Philippe  no dijo nada, ni gesticuló, eso era buena señal  alguna habría acertado, ya sabía yo que tenia la inspiración a flor de piel.

Eso creía yo, por que cuando pensaba que se dirigía a la cafetera se la pasó de largo y se fue a hablar con Eva, o como mi mente la había bautizado, se acercó y le empezó a susurrar en voz baja, cerca del oído, eso parecía un golpe bajo, no podía escuchar nada, ella estaba tres taburetes después del mío. Cuando acabó de cuchichearle, me miró Philiphe y comenzó a reír, al unísono ella también me miró y repitió risas.

Mi mirada se volvió a cruzar con ella y lo que era un momento mágico, se transformó en una situación incómoda, su preciosa sonrisa me advertía que su motivo no era otro que el comentario de Philippe, probablemente sobre mí, así que la barra se me quedó pequeña, incluso la cafetería, no sabía hacia dónde dirigir mi mirada, cogí el primer diario que vi y lo abrí por la pagina central. Por fin podía fijar la mirada en un punto, qué le habría dicho Philippe a Eva para provocar su sonrisa, seguramente me habría dejado por los suelos, como de costumbre o le habría contado alguna de mis famosas meteduras de pata, bueno mejor no pensar, Philippe disponía de artillería pesada  si se trataba de dejarme en evidencia.

Camarero por favor, póngame otro café. No sé a qué vino llamarle camarero, cuando en la vida lo había hecho, quizás era que no quería que Eva me relacionara con Philippe, pero me parecía que para eso ya era demasiado tarde, quizás le tendría que haber llamado Judas. La cuestión era llamar su atención y que me explicara lo que había sucedido.

¿Otro café? A este paso te vas a tener que traer un termo para que te lo rellene, no sé yo si tomarte tres expresos en diez minutos te van a sentar bien, lo que si les vas a hacer es honor y más que expresos, van a ser fugaces. No sé si la cafeína o la sutileza de aquel traidor de palabras embaucadoras, me estaba alterando el pulso.

Déjate de palabrería barata y explícame que has hablado con Eva ¿qué le has contado de mí, que se ha puesto a reír? Ya no podía esperar más, necesitaba una respuesta y mientras Eva observaba nuestra conversación lo cual aún provocaba que volviera a enfocarme en el diario.

Así que es eso, por lo que te veo tan alterado, bien, tranquilízate  y ponte el diario bien, lo tienes del revés, que yo sepa hay quien escribe  de derecha a izquierda pero todavía no se lee con el diario boca abajo. Siempre tan quisquilloso en los detalles Philippe, estaba yo para leer, que lo mismo que cogí un diario podía haber cogido el menú del día y mientras el tercer fugaz del día ya había caído, era cuestión de minutos que acabara amorrado a la cafetera.

Pero me vas a decir de una vez algo, o te lo voy a tener que suplicar, mira que voy y se lo pregunto a ella. Error, no debía haber pronunciado esas palabras, cuando sabía que sería incapaz de cumplirlas. No había acabado la frase que Philippe ya entraba a cuchillo.

Pues ánimos, campeón, levántate y ves a preguntarle, que el mundo está hecho para los valientes y tú estás entre los elegidos. Era como haberle echado leña al fuego, darle agua al sediento o peor aún, darle un lápiz a un tonto. Por la sonrisa de villano que tenía, sabía que lo acababa de alegrar para todo el día y que no tenía ninguna posibilidad de que me contara nada.

Bien, pues parece que va siendo hora de irse a trabajar, como siempre ya no llego a tiempo. En aquel momento la excusa de tenerme que ir a trabajar me pareció la idónea para ver si Philippe tenía compasión de mi y accedía a contármelo.

De verdad ¿qué te vas a ir sin decirle nada? Aún no sabes si has acertado alguna de las cosas que has dicho sobre ella, quizás las hayas adivinado, es más aquí tienes otra café y este ya lo tienes pagado de antemano, así que no te puedes ir. Que débil es el ser humano y más cuando eres tentando, yo no era de abandonar las causas y él se aprovechaba de eso y mi debilidad por la cafeína por supuesto, pero la tentación esta vez se llamaba Eva y mi curiosidad periodística quería saber más de ella, bueno y para que engañarnos mi curiosidad quería ver esos ojos marrones de cerca y quedarme cautivado en ellos toda la mañana.

Así que me volví a beber el café de un sorbo, esta vez estaba demasiado caliente y me achicharré la lengua. Me incorporé y me dirigí dispuesto a presentarme a Eva, en el corto camino hacia ella imaginado lo que le iba a decir, tropecé con el taburete contiguo al mío, haciéndolo caer al suelo, provocando tal ruido, que toda la cafetería se volvió hacia mí, ya era imposible pasar desapercibido y menos evitarla, cuando la tenía justo delante.

¿Estás bien? Preguntó preocupada Eva, la cual se levantó para ayudarme a recoger el taburete.

Sí, sí, no ha sido nada solo un tropiezo, lo siento no pretendía molestarte. Madre mía, la que había liado en un momento, cualquier cosa que le hubiera contado Philippe sobre mí, ahora era totalmente creíble. Cada vez que me viera, se acodaría de mí, por el torpe de la cafetería.

Me ha dicho Philippe que eres periodista, en el diario de la ciudad, debe ser un trabajo apasionante, explicar cosas y saber que la gente las lee, dice que eres bueno. Necesitaba que alguien me pellizcara y por partida doble, Philippe hablando bien de mi y concretamente sobre mi labor periodística y  por aquella mirada angelical capaz de detener el tiempo, se había quedado clavada en mi, inmovilizando hasta el últimos musculo de mi cuerpo,    incluso llegué a dudar que estuviera respirando.

Me llamo Nadia, hace poco que me han destinado aquí. Soy subinspectora de policía, espero que nos vayamos viendo por aquí, Toni. Eva, perdón, Nadia se levantó y desapareció tras la puerta.

Yo ni si quiera había parpadeado y creo que mis pulmones estaban pidiendo oxigeno y seguía esperando a que por lo menos Philippe me pellizcara.

No esperaba menos de ti, sabía que eras un hombre de palabra, pero te podías haber ahorrado el numerito del taburete, no hacía falta que se enterase toda la cafetería que ibas a hablar con Nadia, veo que los periodistas, de discreción lo justo, como os gusta llamar la atención siempre en el foco de la noticia.

¿Como sabía mi nombre Nadia, no tendrás que ver algo tú en eso?

Verás, quería que la conocieras, es nueva en la ciudad y sé que es buena gente y tú, aunque muy raro tampoco acabas de ser mala persona, así que al igual os podéis ayudar mutuamente, porque lo tuyo es para primeros auxilios. Y sus carcajadas no me incomodaron, fueron una bendición en esos momentos.

Bueno he de reconocer que me has sorprendido y aunque no he acertado ni una, me vas a invitar igualmente, por el mal rato que me has hecho pasar, aunque sin él y ese maldito taburete, no habría conocido a Nadia–.

¿Casualidad o causalidad? Yo como cada mañana haciendo mi café en el lugar de siempre, hasta que el destino pone a Nadia en la cafetería.

¿Causalidad o casualidad? Que un taburete se caiga y provoque una reacción para interactuar con Nadia.

O Psicología de barra, de un terapeuta  jugando a que la causalidad se convierta en casualidad.

Da qué pensar cuando es el destino el que marca nuestro camino.

Comentarios

  1. ❤️. Bonita historia! Se pone más interesante!!!😘😘😘😘

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